El bandido Dingus Magee llega a la población de Yerkey’s Hole, donde desencadena una serie de desórdenes y altercados.
Allí se encuentra con un viejo enemigo, con el que inicia un prolongado enfrentamiento para quedarse con la mejor parte del pueblo.
Da pena ver a Frank Sinatra (en un personaje pensado en un primer momento para alguien bastante más joven, pero que hubo que cambiar sobre la marcha) y a los demás, otra veces estupendos intérpretes, haciendo "el canelo", pero si les pagaron bien...
Y es que el guión, que adapta la novela "The Ballad of Dingus Magee", de David Markson, no puede ser más simplón y chapucerillo, posiblemente divertido en el papel, pero soso, reiterativo y estrafalario a más no poder en pantalla.

Una no poco penosa cinta que sólo aprueba en el plano técnico, con una preciosa fotografía a cargo del reputado Harry Stradling Jr., y la agreste belleza de Mescal y Tucson, Arizona, donde se rodó.
Tampoco está nada mal la partitura de Jeff Alexander, que trata de dar picardía y simpatía a un argumento que promete pero se desinfla por la nula comicidad real de sus imágenes.