viernes, 27 de noviembre de 2009

EL HOMBRE DE UNA TIERRA SALVAJE (Man in wilderness). 1971. Valoración: 7,30



En 1820, el capitán Henry, explorador y aventurero, lleva a cabo una insólita expedición, conducir su barco cargado de pieles a través del territorio indio hasta el río Missouri.
Montada sobre una plataforma de ruedas de la que tira una veintena de mulos, la nave es escoltada por un grupo de hombres.
Un día, un enorme oso ataca a la expedición hiriendo gravemente a uno de ellos.
A punto de morir, supuestamente, es abandonado por sus compañeros pues creen que no tiene remedio.
Sin embargo, logra sobrevivir, y sólo piensa en vengarse.






Una de las películas que más me impresionó la primera vez que la ví, en el majestuoso cine Astoria de Bilbao (ya "fallecido" como tantos otros...), por su belleza formal, su bellísima fotografía a cargo de Gerry Fisher que hacía relucir los distintos paisajes de Almería (España). Y eso, unido a la magnífica banda sonora de Johnny Harris y la magnética presencia de un soberbio Richard Harris, así como de la siempre grata presencia delante de las cámaras de John Huston, hizo que pasara un rato formidable, y al salir a la calle hablar maravillas de ella a mis amigos, familiares y conocidos.
Y es que me pareció sublime por su dureza, su humanidad y su mensaje final, positivos a todas luces. Richard C. Serafian consigue un trabajo estimable, aunque con un tempo quizás algo discutible, irregular.





Escenas como cuando Harris está muerto de hambre y lleno de heridas ocasionadas por el enorme oso, y ve no recuerdo si un pez o un cangrejo en un río y se lanza como un animal a capturarlo y comerlo crudo, se quedan en la memoria para siempre.
La lucha por la supervivencia primero, y por tener una razón para vivir: la venganza, segundo, quedan de manifiesto en un sorprendente y antropológico argumento, que hace cuestionarse algunas ideas preconcebidas sobre nuestra efímera existencia.
Sin embargo, ¡hay!, la ví en una segunda ocasión, esta vez por la tele, y ya no fue lo mismo. La magia había desaparecido. Y no es que fuera peor película, pero sí que comprendí que es una cinta para ser vista única y exclusivamente en el cine, a toda pantalla, en toda su magnificencia. En la tele queda todo empequeñecido, tanto las escenas en sí, como la fuerza dramática y el lirismo inherente a la interesante historia.
De todas formas, para mi gusto, una película aconsejable. Pero, repito, para ver en el cine.





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